martes, 22 de enero de 2019


La Pascua Militar fue instituida en 1782 por el rey Carlos III, queriendo dar al Ejército de España una muestra de su real aprecio y como expresión de júbilo por la recuperación de Menorca del poder de los ingleses, y para felicitar a los mandos de sus ejércitos y agradecerles su lealtad y sacrificio en la toma de la isla, en manos británicas desde el Tratado de Utrech.
Para conmemorar su reconquista, el monarca ofreció una recepción a todas las personalidades en el Real Sitio de Aranjuez, recibiendo con todos los honores al Duque de Crillón, jefe de las tropas que recuperaron las islas.

El Rey Carlos III tenía motivos para la satisfacción y quiso extender su felicitación al ejército de la metrópoli y del resto del imperio, también como muestra de su aprecio personal. Ordenó a los Virreyes, Capitanes Generales y Gobernadores que en la festividad de los Reyes Magos reuniesen a las guarniciones y presidios y notificasen, en su nombre, a los jefes y oficiales de sus ejércitos, su regia felicitación por la Pascua, y las mercedes que había de concederles con ocasión de la fiesta, que en adelante se llamaría Pascual Militar.

La Pascua Militar, se desarrollaba además a la inversa de la costumbre, ya que consistía en que fuese el Rey quien cumplimentase a la oficialidad y esta quien lo hiciera a la tropa. En Madrid y en los virreinatos, capitanías y gobiernos, la oficialidad acudía a los palacios no a la manera de los besamanos (desfilando por delante del Rey o de la autoridad superior) sino reuniéndose en la estancia más capaz para ello y saliendo el monarca o las autoridades respectivas a saludar, felicitar y conversar con los oficiales.

Como vemos, tras esta narración, podemos sentirnos orgullosos de que Carlos III eligiese un día de regocijo y con un gran significado para mostrar gratitud a sus ejércitos.



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