La
Pascua Militar fue instituida en 1782 por el rey Carlos III,
queriendo dar al Ejército de España una muestra de su real aprecio
y como expresión de júbilo por la recuperación de Menorca del
poder de los ingleses, y para felicitar a los mandos de sus ejércitos
y agradecerles su lealtad y sacrificio en la toma de la isla, en
manos británicas desde el Tratado de Utrech.
Para
conmemorar su reconquista, el monarca ofreció una recepción a todas
las personalidades en el Real Sitio de Aranjuez, recibiendo con todos
los honores al Duque de Crillón, jefe de las tropas que recuperaron
las islas.
El
Rey Carlos III tenía motivos para la satisfacción y quiso extender
su felicitación al ejército de la metrópoli y del resto del
imperio, también como muestra de su aprecio personal. Ordenó a los
Virreyes, Capitanes Generales y Gobernadores que en la festividad de
los Reyes Magos reuniesen a las guarniciones y presidios y
notificasen, en su nombre, a los jefes y oficiales de sus ejércitos,
su regia felicitación por la Pascua, y las mercedes que había de
concederles con ocasión de la fiesta, que en adelante se llamaría
Pascual Militar.
La
Pascua Militar, se desarrollaba además a la inversa de la costumbre,
ya que consistía en que fuese el Rey quien cumplimentase a la
oficialidad y esta quien lo hiciera a la tropa. En Madrid y en los
virreinatos, capitanías y gobiernos, la oficialidad acudía a los
palacios no a la manera de los besamanos (desfilando por delante del
Rey o de la autoridad superior) sino reuniéndose en la estancia más
capaz para ello y saliendo el monarca o las autoridades respectivas a
saludar, felicitar y conversar con los oficiales.
Como
vemos, tras esta narración, podemos sentirnos orgullosos de que
Carlos III eligiese un día de regocijo y con un gran significado
para mostrar gratitud a sus ejércitos.
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